14 de julio de 2014

¿Qué nos enseña Trainspotting sobre las toxicomanías (II)


Dentro de nuestro serial sobre Trainspotting, hoy nos toca hablar sobre la etiología. Como vimos en la primera entrega, Irvine Welsh piensa que la causa de su adicción fue la muerte de su padre y un fracaso amoroso. Pero lo que sabemos es que es necesaria una combinación de factores de distinto índole. 

La etiología de las drogas es vista como el resultado de la interacción de múltiples factores: sociales, psicológicos, culturales y biológicos (...) Desde esta perspectiva biopsicosocial, las acciones de la sustancia son críticas, pero no todas las personas que se hacen dependientes experimentan los efectos de la misma manera o están influidos por el mismo número de factores. Con los opiáceos, como con otras drogas, existe una larga lista de factores sociales y culturales que influyen la disponibilidad y el uso inicial. La "presión del grupo" y determinados "modelos" suelen ser decisivos en el consumo inicial, pero posteriormente los factores farmacológicos y los efectos iniciales de la droga juegan un papel importante en la perpetuación y progresión hacia la dependencia.  (Martínez, M., 2002, P. 117).



En las causas biológicas es fundamental la genética, tanto para la conducta problema como para tener una personalidad más proclive a la adicción. Así, Seba Díez (1999) refiere que en los estudios genéticos, se han demostrado un importante peso de este factor (...) Por otro lado, están aquellos estudios que investigan la posibilidad de que los genes determinen no las conductas adictivas en sí, sino las características de personalidad identificadas como factores de riesgo para la aparición de abusos de drogas. (P. 25)


Y este mismo autor nos describe un perfil en el que parece que nos está describiendo a Mark Renton: es frecuente encontrar en los jóvenes consumidores un rasgo común de inmadurez (independientemente de la presencia de otros factores propiciatorios), que se manifiesta por conductas infantiles, dependencia de la su familia y/o de sus iguales, inseguridad, dificultad para asumir responsabilidades, carácter débil y escasa autoconfianza para resolver problemas comunes (Seba Díez, 1999, P. 27).

Esa falta de confianza, esa dificultad para asumir responsabilidades siempre aparece en Renton durante las temporadas en las que abandona el consumo: "Cuando estás enganchado tienes una única preocupación, pillar, y cuando te desenganchas de pronto tienes que preocuparte de un montón de otras mierdas. No tengo dinero, no puedo ponerme pedo. Tengo dinero, bebo demasiado. No consigo una piba, no echo un polvo. Tengo una piba, demasiado agobio. Tienes que preocuparte de las facturas, de la comida, de algún puto equipo de fútbol que nunca gana. De las relaciones personales, y de todas las cosas que en realidad no importan cuando estás auténtica y sinceramente enganchado al caballo."

Las causas psicológicas las podemos ver descritas en la novela, con la típica verborrea de Welsh, cuando Tommy (el colega deportista, el que nunca se metía) le pregunta “por qué te metes”. Mientras que en la película, Renton le contesta de mediante una comunicación no verbal en el 34’ 20’’, en la novela la respuesta es más explícita.

Tommy dice: «¿Qué es lo que hace por ti, Mark?» Su voz tiene un tono auténticamente inquisitivo. Me encojo de hombros. No quiero hablar de eso. Hay capullos con títulos y diplomas en el Royal Ed y la City a los que pagan por pasar por toda esta mierda de charla terapéutica conmigo. No ha valido una mierda. Sin embargo, Tommy es persistente. «Dímelo, Mark. Quiero saberlo.» (…) Me lanzo a discursear. Me siento sorprendentemente bien, tranquilo y claro al hablar de ello. «De verdad que no lo sé, Tom, es que no lo sé. Es como si hiciera que las cosas fuesen más reales para mí. La vida es aburrida y fútil. Empezamos con grandes esperanzas y después nos acojonamos. Nos damos cuenta de que todos vamos a morir, sin encontrar realmente las grandes respuestas. Desarrollamos todas esas ideas de largo alcance que se limitan a interpretar la realidad de nuestras vidas de distintas maneras, sin extender nuestro cuerpo de conocimientos que realmente merecen la pena sobre las grandes cosas, las cosas reales. Básicamente, vivimos una vida corta y decepcionante; y a continuación morimos. Llenamos nuestras vidas de mierda, de cosas como carreras y relaciones para convencernos a nosotros mismos de que no carece todo de sentido. El caballo es una droga honesta, porque te arranca esas ilusiones. Con el caballo, cuando te sientes bien, te sientes inmortal. Cuando te sientes mal, intensifica la mierda que ya está ahí. Es la única droga realmente honesta. No altera tu estado de conciencia. Sólo te da un colocón y una sensación de bienestar. Tras eso, ves la miseria del mundo tal cual es, y no puedes anestesiarte contra ella.» (P. 80).

Por tanto, son necesarios unos genes que predispongan al consumo y al tipo de personalidad adictiva. Y unas causas psicológicas, donde la sensación de placer y un temor a la asunción de responsabilidades tienen que estar presentes. Pero, y centrándonos en la heroína, son fundamentales las causas sociales. Si no, no se explicaría la verdadera epidemia que existió en los años 80 y principios de los 90 con esta droga en tantos y tantos jóvenes en todo el mundo occidental. Pero esto lo dejamos para otro día.

Continuará…


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